En este sistema, cualquier cosa es arte

En este sistema, cualquier cosa es arte

Desde hace unos años, Avelina Lésper genera malestar en sectores del arte. Afirmaciones como que existe un arte falso o que todo el arte contemporáneo dentro de lo que denominó VIP (videoarte, instalación y performance) “es basura”, no dejan de suscitar comentarios a favor y en contra.

No se trata de una discusión nueva, pero no por ello deja de ser vigente. Personas que se encuentran dentro y fuera del llamado mundo del arte se cuestionan sobre el valor monetario de ciertas obras, o salen (a veces) decepcionadas de una galería o un museo.

Esos señalamientos y los términos en los que se refiere han hecho que su nombre no sea ajeno para críticos, curadores y artistas, y se publiquen artículos desvirtuando o alabando sus argumentos. No escatima a la hora de llamar falso arte a la obra de un artista, de irse en contra del mercado del arte o de un curador, por nombrar algunos ejemplos. A Colombia viene a presentar El fraude del arte contemporáneo, una selección de cuatro ensayos: Arte contemporáneo. El dogma incuestionable; Contra el ‘performance’; Robar, plagiar, mutilar, y Arte y feminismo. También dictará un seminario para responder preguntas como: “¿Esto (una obra) es arte fuera del contexto de un museo, sin el precio estratosférico que le ponen?”.

Para algunos, está enclaustrada en la pintura, el grabado o la escultura. Dicen que se quedó en el pasado, que desconoce las prácticas contemporáneas, que generaliza, que polariza, etcétera. O que quiere imponer su opinión.

Independientemente de si alguien tiene la razón, estos personajes fomentan el disenso y hacen que gente que está afuera de los círculos artísticos se atreva a hablar de arte. Lo mismo pasó hace unos días: la presencia de un Youtuber en la Feria del Libro generó polarizaciones y reflexiones sobre la literatura y otros temas.

Esta no será la primera vez de Lésper en el país. En el 2013 fue invitada a Medellín y fue 'boicoteada' por varios profesores de carreras de arte. EL TIEMPO habló con la crítica sobre este episodio y sus firmes concepciones sobre el arte. Después de leer este artículo, lo invitamos a usted, lector (a), a expresar sus opiniones sobre lo que es el arte contemporáneo y en si están de acuerdo o no con lo que plantea Lésper y por qué.

¿Qué fue lo que pasó en Medellín en el 2013?

Fui invitada a Medellín para que estudiantes de artes pudieran conocer mi opinión. Una vez que estábamos en el seminario, varios profesores empezaron a interrumpirme y a decir que no era cierto lo que yo estaba diciendo. Se pusieron a discutir, no me dejaban hablar, fue verdaderamente molesto. Literalmente, los tuve que callar, como si fueran montoneros, porque llegó un punto en que tuve que hacerlo. Aunque eran profesores, no me dejaban hablar, y ¡Eso que estaba dando un seminario! Otra cosa que pasó es que todos los días cambiaron la sede y la hora. Entonces, los chicos, para que supieran en qué lugar iba a estar tenían que estar preguntando y trasladándose. Se volvió en un ir y venir por todo Medellín, buscando dónde íbamos a tener la próxima sesión.

A pesar de esa experiencia usted decidió volver, ¿Por qué?

Porque es mi trabajo. Eso sucedió con los maestros, no con los alumnos. Ellos estaban interesados y era con ellos con los que me interesaba dialogar, porque estuvieron receptivos, cooperaron, y querían saber más. Me abordaban al final de cada día con preguntas, querían saber más. Eso es lo que a mí me interesa. Jamás he ido a una conferencia ni para los académicos, ni para los profesores, ni para el 'establishment'. Yo estoy con la gente que quiere saber otra cosa, con la gente que quiere pensar y con los estudiantes, con los jóvenes. No me interesa quedar bien con ningún maestro ni ninguna institución.

Algunas personas dicen que sus argumentos generalizan a partir de unos cuantos ejemplos. ¿Qué dice usted al respecto?

Mi crítica parte de un formato que tiene una premisa fundamental, que cualquier cosa, puesto en el contexto de un museo es arte, y cualquier cosa que haga, decida o elija un artista, es arte, porque este sistema lo permite. Eso es lo que generaliza una obra y le da un estándar de producción, de conceptualización, y de mercado. A partir de ahí, en una cosa que carece de jerarquía de valores,
-porque así está diseñado y planteado- obviamente no existen individualidades, ni particularidades. Y es por eso mi crítica no se detiene muchas veces en tal o cual artista, porque el estándar es el mismo, porque ellos así lo han impuesto.

¿Es falso todo el arte contemporáneo?

Hay una división muy clara que hicieron los académicos y los teóricos del arte contemporáneo. Llamaron arte contemporáneo a las manifestaciones que respondían directamente a las denominadas herramientas de nuestro tiempo. Ahí englobaron el Performance, la instalación, y el video, y por eso le llamo arte VIP. Dejaron fuera de la contemporaneidad a artistas que están trabajando ahora, pintando, haciendo escultura y que sí podemos analizar con valores reales. Si este arte contemporáneo está dentro de eso, estamos viviendo un gran fraude y sí digo, que el arte contemporáneo, como lo están planteando y como lo han desarrollado es un gigantesco fraude, y además uno ideológico.

El arte contemporáneo, englobado dentro del arte VIP es un fraude. El arte contemporáneo que están realizando otros artistas, como pintura, dibujo, escultura, o artes gráficas, ese hay que analizarlo desde la obra misma, para poder decir si es una obra lograda o una fallida. Es un arte que se defiende desde su manifestación inmediata, que es la obra. No es uno resultado de las imposiciones teóricas y económicas de un grupo.

Pero, ¿se ha encontrado con obras de este tipo que le susciten algo?

Que una obra te suscite algo no es un valor. Cualquier cosa te puede suscitar algo. Si te golpean, te sorprende, te duele. El suceso en sí mismo no tiene valor artístico. Entonces, si tú ves a alguien que para hacer un performance, como Martin Creed, le paga a unas personas para que vomiten en el piso, el suceso en sí no es arte. Eso hay que aclararlo. Yo cuando veo una obra de arte contemporáneo y veo que me están tratando de engañar con una tapa de yogur (se refiere a una exposición del mexicano Gabriel Orozco en el MoMa de Nueva York) o con una obra obra gigante, de un costo incalculable como las de Ai Wei Wei, y que tienen detrás un enorme discurso propagandístico pagado por intereses muy oscuros y muy poco éticos, lo primero que me genera es hacer un análisis desprendiéndome de la moda y de lo que me están diciendo que es arte. Lo tengo que ver como lo que es, eso es lo que tiene que hacer cualquier espectador. En ese momento puedo decir, con toda seguridad, eso no es arte. Es un análisis formal de la obra.

¿Y no considera que en algún futuro se generen otro tipo de valores para juzgar estas piezas?

Yo analizo el arte contemporáneo desde lo que ellos establecen como sus valores. Yo nunca he juzgado una obra de arte contemporáneo o la he analizado como si fuera una pintura, evidentemente no es. Yo la analizo desde su evidente presencia, desde su discurso, desde su precio, y obviamente voy despojándola de todos estos elementos que la convierten en arte. Ahora, es un absurdo que un arte que se llama a sí mismo hiperintelectualizado, hiperplanteado y que además que de referencias de absolutamente cada elemento que lo conforma no soporte un análisis.

¿Por qué cree que sus planteamientos producen tanta polémica? ¿Qué fibras tocan?

Su fibra interior es su cartera. Básicamente lo que estoy tocando son intereses de poder y económicos. Desde un profesor hasta un curador, un galerista, un Art Dealer, se molestan porque digo,"lo que tú estás haciendo, lo que tú estás vendiendo o lo que tú estás enseñando es un fraude". Obviamente estoy entrando en sus intereses de poder y económicos. Tú le dices a un profesor delante de todos sus estudiantes que lo que está enseñando no es arte y que no está dando las herramientas suficientes para desarrollarse y obviamente se pone en peligro su cátedra. Eso es lo que les disgusta.

¿Qué tiene que decir acerca de los museos?

Que no están cumpliendo su función de acercar al público con el arte sino que están trabajando para el dinero y el mercado. Están muy pendientes de las donaciones, de lo que se vende en las galerías... Han perdido su visión comunitaria social de crear un vínculo entre la obra y el público. Y eso le está haciendo muchísimo daño al arte, porque los intereses de coleccionistas como Saatchi (Londres), que tiene una intervención muy fuerte en la Tate Modern, lleva sus artistas y ‘jala’ mucha gente.. Otras, como la Galería Gagosian o Sikkema Jenkins (ambas en Nueva York), son galerías muy, muy poderosas. Y las casas de subastas, literalmente imponen a sus artistas dentro de los museos.

Decía un teórico español, José Luis Brea, que el crítico de arte debía estar por fuera de la institución y de la curaduría, ¿Qué opina al respecto?

El margen que se debe mantener con las instituciones debe ser ético. Apenas están empezando carreras de crítica o curaduría, pero las personas que trabajan en los museos generalmente son historiadores del arte. Y un historiador puede ejercer como crítico o curador si en algún momento se lo piden. El problema no es ese, sino cuando una persona, casi al margen de su formación académica, establece vínculos no éticos con las instituciones. Eso es lo que está pasando con los curadores. Nos damos cuenta que pertenecen a tal galería y se llevan a todo su establo en un museo en el que están vinculados. Crean vínculos, literalmente ‘mafiosos’ con los museos.

Un curador debería tener espíritu crítico para decidir qué pone o qué no pone en un museo. El espíritu crítico lo ejercemos todo el tiempo en el arte. Un artista lo tiene para decidir qué hace o no hace con su obra. El problema no es ese, es que se establecen ese tipo de vínculos en el que también hay críticos de arte que quieren quedar bien con una galería o un museo y hablan de las exposiciones nada más para quedar bien.

Usted también se manifiesta en el libro acerca del arte feminista. ¿Qué pasa con este?

Lo que sucede con las obras feministas es que constantemente caen en clichés y en los mismos lugares comunes para describir la situación de las mujeres. Entonces, la situación generalmente es muy grave, porque son muy pretenciosas (las obras) cuando hablan de los temas que atañen a las mujeres. Toman temas de extrema gravedad y los reducen y resuelven con naderías, cosas que denigran en lugar de dar un planteamiento sólido. Eso ha generado que las obras se queden inferiores al tema que abordan. Ese es el punto, que están estas personas que ponen un tendedero con papelitos, o un envase con comida o limpiadores y, si les quitas las pretensiones feministas a eso, vuelve a ser la basura que era antes de que ella le pusiera el discurso. Lo primero que se tiene que hacer es una gran obra, después sí preocuparse por el tema y sus pretensiones.

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