Las atrocidades españolas en la Conquista de América
Se podrá discutir mucho, y de hecho se discutirá, sobre si los españoles cometieron atrocidades en América Latina, cuántas y cuáles fueron. Algún historiador o periodista, de los que deben su pesada faltriquera al Estado español oficial o el existente en la sombra, afirmará que no hubo crimen alguno, quizás algo menor y en todo caso lo que aconteció fue fruto de algún accidente.
Algo innegable en este caso es que los que discuten azarosamente, tanto en un bando como en el otro, salvo que medie algún poder sobrehumano y alguna actividad paranormal, no vivieron la Conquista de América. Y como bien nos explican en las novelas negras o en las series policiacas, lo importante son las pruebas. Las científicas, me refiero. Y aunque Stanley Payne, declarado filofranquista, o Maria Elvira Roca, han escrito sendos libros pro-nacionales (de lo español, claro) argumentando poco más o menos que fue un regalo para los americanos que los españoles llegaran sus tierras (permítanme que omita los títulos de ambos escritos), lo cierto es que lo que cuenta Bartolomé de las Casas, fraile que sí estuvo en América, en la conquista, es desgarrador, revelador y demoledor.
¿Qué ocurrió en la Conquista de América?
Pues tengo que decir que el relato, breve como el título indica (Brevísima relación de la destrucción de las Indias, 1552), es de una extrema dureza. Antes del mismo llama la atención que el propio autor asevera que lo escrito es a petición del entonces Príncipe Felipe y posteriormente Felipe II. Es decir, lejos de ser un libro negro es un libro ordenado desde la autoridad tras una visita del fraile a la corte (1540) en la que relata gran parte de lo que después plasmaría en el libro. Ello otorga a este libro mayor valor todavía, pues además de contar con la licencia del poder no fue descalificado ni por la crítica ni por los coetáneos. Cabe recordar que en aquella época había suficientes españoles en América como para que ello no hubiera ocurrido en caso de ser falso lo plasmado en la obra, pues no olvidemos que se conservan múltiples escritos de historiadores como Oviedo o Gómara, el fraile Marcos de Niza, Alvarado o el propio Hernán Cortés —en unas cartas a Carlos V—. Y todos estos documentos refuerzan y legitiman lo narrado.
Bartolomé de las Casas afirma sobre la conquista de la isla La Española que "despedazallas, matallas, angustiallas, afligillas, atormentallas y destruillas por las extrañas y nuevas y varias y nunca otras tales vistas ni leídas ni oídas maneras de crueldad, de las que habiendo en la isla Española sobre tres cuentos [tres millones] de ánimas que vimos, no hay hoy de los naturales della doscientas personas (sic)". Esta parte es muy importante por cuanto relata en primer lugar de forma somera los crímenes de los españoles y en segundo lugar contabiliza las pérdidas humanas, aun cuando las cifras no sean ni mucho menos exactas y puedan ser objeto de crítica.
Después de relatar la despoblación de multitud de islas caribeñas afirma sobre "Tierra Firme" que los españoles "por sus crueles y nefandas obras, han despoblado y asolado y que están hoy desiertas… son muertas en los dichos cuarenta años, por las dichas tiranías e infernales obras de los cristianos, injusta y tiránicamente, más de doce cuentos [doce millones] de ánimas, hombres, mujeres y niños; y en verdad que creo, sin pensar engañarme, que son más de quince cuentos [quince millones]". Poco después desvela el motivo de esta orgía sangrienta: "el oro y henchirse de riquezas en muy breves días".
Cuanto relata Bartolomé de las Casas bajo el epígrafe de "Tierra Firme" se refiere a Nicaragua, Costa Rica, Panamá y el norte de Colombia (conocido entonces como Castilla de Oro). En esta región un capitán del gobernador (Pedrarias Dávila o Pedro Arias de Ávila) mató a 40.000 personas para robar y extirpar oro y lo hizo "metiéndolos a espada, quemándolos vivos, y echándolos a perros bravos, y atormentándolos con diversos tormentos".
"A pesar de la crueldad de lo narrado, los españoles siguen a día de hoy sin mostrar compasión alguna, aun cuando la Iglesia se ha disculpado por sus barbaridades y por las de los colonos en América hasta por tres papas diferentes". Luis Gonzalo Segura, exteniente del Ejército de Tierra de España.
Cuando los habitantes originarios eran requeridos para entregar sus tierras y riquezas y no cumplían con lo exigido ("injustísimo" según Bartolomé), "al cuarto del alba, estando los inocentes durmiendo con sus mujeres e hijos, daban en el pueblo, poniendo fuego en la paja, y quemaban vivos a los hijos y mujeres y muchos de los demás, antes de acordasen. Mataban a los que querían y a los que tomaban en vida mataban a tormentos". Una vez perpetrada la masacre "iban después, acabado o pagado el fuego, a buscar el oro que había en sus casas". Estas matanzas provocaron que solo entre 1514 y 1521 fueran exterminados, según el relato, "más de 800.000 ánimas".
Después de que un cacique entregara 9.000 castellanos (moneda castellana de oro de la época), "no contentos con esto prendieron al dicho señor y átalo a un palo sentado en el suelo, y entendidos los pies pósenle fuego a ellos porque diese más oro y él envió a su casa y trajeron otros tres mil castellanos. Tórnanle a dar tomentos, y él, no dando más oro porque no lo tenía, o porque no lo quería dar, tuviéronle de aquella manera hasta que los tuétanos le salieron por las plantas y así murió".
"Otra vez… tomaron setenta u ochenta doncellas y mujeres, muertos muchos que pudieron matar. Otro día juntáronse muchos indios e iban tras los cristianos peleando por el ansia de sus mujeres e hijas. Y viéndose los cristianos apretados, no quisieron soltar la cabalgada, sino meten las espadas por las barrigas de las muchachas y mujeres, y no dejaron de todas ochenta, una viva".
De la Nueva España —del virreinato en el que quedaba subsumido México—, no parece que los testimonios denoten prácticas muy diferentes. El primer relato de Bartolomé se centra en la Matanza de Cholula, que aconteció en 1519. En la mencionada matanza los españoles asesinaron a "cinco o seis mil indios" a espada y lanzada de forma muy cruel. "A cabo de dos o tres días saltan muchos indios vivos llenos de sangre, que se habían escondido y amparado debajo de los muertos (como eran tantos); iban llorando antes los españoles pidiendo misericordia, que no los matasen. De los cuales ninguna misericordia ni compasión hubieron, antes así como salían los hacían pedazos".
Sin compasión
El relato continúa y en ningún caso decrece el nivel de crueldad mostrado por los españoles en la conquista de América. A pesar de ello, de la crueldad de lo narrado, los españoles siguen a día de hoy sin mostrar compasión alguna, aun cuando la Iglesia se ha disculpado por sus barbaridades y por las de los colonos en América hasta por tres papas diferentes, incluidos los españoles. Ni tan siquiera que países como Bélgica, Alemania, Estados Unidos, Canadá, Japón, Francia o Reino Unido hayan pedido perdón por episodios oscuros de su pasado ha conseguido que los españoles hagan lo propio con lo perpetrado en América durante la conquista.
España es diferente, se suele decir. Lógico, si tenemos en cuenta que en lugar de disculparse, aunque solo fuera por cuestiones diplomáticas y comerciales —por intereses propios—, el Estado español ha respondido negativa y públicamente a la petición de Andrés Manuel López Obrador y gran cantidad de personajes de la sociedad española han llegado a insultar y menospreciar al presidente mexicano (Arturo Pérez Reverte le ha calificado como "imbécil" y "sinvergüenza").
No parece que mienta ni yerre el mandatario azteca, como tampoco parece que falsee Bartolomé de las Casas, máxime cuando el Papa Pablo III proclamó en 1540 que no se podía privar la libertad ni arrebatar los bienes a los naturales americanos, a los que había que convertir por la predicación y el ejemplo.